viernes, septiembre 22, 2006

¿ Por qué callar?


Los hombres violentos con sus propias familias tienen un perfil característico: tienden a culpabilizar de casi todo a los demás. Son patológicamente celosos, justifican sus atrocidades con argumentos falsos y viven también en muchos casos con un enorme sentido de culpa.
Con frecuencia, la agresión se manifiesta tempranamente, al comienzo mismo de las relaciones. Hay noviazgos recientes atravesados por los golpes. A la vez, la violencia de los agresores no encierra grandes misterios. En general obedece a patrones culturales que se reiteran casi como si fuera un destino genético: quienes provienen de familias violentas, resultan violentos simultáneamente.
Un chico que crece donde el maltrato está aceptado, lo practicará.
Los padres represivos, violentos o de conductas desordenadas también son padres "ausentes" en el sentido que se le debe dar a la "presencia" o función paternal: es decir, como una fuerza moral activa y responsable, dispensadora de afecto, protección y genuina orientación moral.El desafío es cortar ese puente que lleva de la violencia recibida a la violencia transferida a nuevos ámbitos familiares. En la Capital, más de 600 golpeadores ya hicieron un tratamiento de rehabilitación grupal. Son talleres gratuitos y semanales. Unos pocos lo hacen voluntariamente. Otros son derivados por los juzgados. Por supuesto, no es una tarea fácil. Muchos agresores abandonan. No pueden con su enfermedad. Los males como la violencia familiar están extendidos. Y la primera respuesta es luchar contra el silencio y el miedo, que son los peores enemigos de las mujeres. Sólo una de cada cuatro víctimas hace la denuncia. Pero es evidente también que la sociedad conserva reflejos de autoconservación. Y que existen intentos concretos de salidas, porque la curación, aunque no lo parece, es posible.