LAS COIMAS NO EXISTEN, PERO QUE LAS HUBO…
El Gobierno, Legisladores y empresarios, festejaron en mayo de 2000 la aprobación de la Ley de Reforma Laboral, que modificaba las negociaciones colectivas vigentes desde hacía 45 años. En agosto, a causa de esa ley, se genera una de las crisis políticas e institucionales más grandes de la historia. Un anónimo denuncia la cobranza de sobornos para la aprobación de la reforma, de allí en más una cadena de hechos curiosos son investigados; aunque a más de 6 años no se haya encontrado solución.
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Un gobierno cayó. Alguien habló. Otro se arrepintió. Y hasta hubo alguno que lloró. De lo que no cabe ninguna duda, es que la Banelco existió.
En un breve lapso, pasó de sospechas a cifras y movimientos; cuando el arrepentido Pontaquarto, tiró la piedra. La justicia comenzó a investigar, pero los ánimos se fueron calmando; las aguas se aquietaron, y cuando la causa estaba a punto de prescribir, aparece otro arrepentido y de vuelta la marea sacude el barco.
Mucha plata en efectivo o “banelconizada” hizo falta para aprobar la cuestionada Ley de Reforma Laboral. Pero parece que la plata no alcanzó, o que no les llegó a todos, o que no se conformaron, o… ¿se habrán arrepentido de verdad?.
Hay temas que se conocen desde siempre, pero que pareciese que se dan por asumidos. De esta forma se cree que nada sorprenderá, que nada podrá pasar. Esto es lo que ocurría durante el tramo final del gobierno de la Alianza. El país caía inevitablemente en un precipicio, y había que implementar algo pronto. Se promovió la Reforma Laboral, se votó casi sin debate y… llegó el escándalo.
Un anónimo recibido por la justicia, y de rápida expansión en los medios de comunicación, precisaba nombres y montos de dinero. Hablaba de sobornos, de la forma en que se había entregado la plata, y hasta del pago a travéz de tarjetas Banelco. Parecía increíble, pero calaba muy profundo en los ánimos de la sociedad, que por entonces se encontraba sumergida en problemas desesperantes: aumentos indiscriminados de precios, inflación en alza constante, costos de vida cada vez más alto, y encima comenzaba a asomar el corralito. El caos, recién comenzaba.
En un intento desesperado por reestablecer su poder, el presidente, Fernando De La Rua, realiza cambios estratégicos en los sectores más importantes del gobierno, pero la noticia aún más relevante fue la renuncia del vicepresidente Carlos Chacho Álvarez. La explicación fue breve, no le permitían investigar. La primera reacción institucional fue la minimización de la crisis por parte del Presidente.
Ahora sí, las aguas estaban turbias del todo y los remolinos no permitían ver el horizonte.
La primera reacción de la justicia fue simple y sencilla. No hay pruebas, nadie preso, habrá que esperar. De allí en más, el corralito fue realidad, cayó el Presidente, llegaron cuatro sucesiones en el mando mayor del Estado, y de las coimas… ni noticias.
Tuvo que pasar mucho tiempo, demasiada agua debajo del puente, hasta que una nueva arrepentida reencausaría el bochornoso episodio de las “coimas en el Senado”, tal cuál lo titularan, y aún titulan, los medios. La aparición de esta nueva arrepentida, llamada Sandra Montero, encendió nuevamente la mecha del escándalo. Esta vez los nombres fueron claros, los montos también y encima dice tener un video con charlas incriminadotas. ¿Qué hay de ahora en más?.
Es difícil interpretar todo lo que puede pasar, porque este caso es simplemente una caja de sorpresas. La realidad parece superar la ficción, y hasta en algunos casos ya no sabemos que esperar. La justicia en nuestro país suele ser tan lenta, que seguro habrá que esperar. Tal vez, el año próximo cuando estemos camino a las elecciones, a algún juez se le ocurra avanzar en la causa y triturar al partido opositor, o a algún candidato fuerte. Tal vez sea necesario en este mismo período, y antes de las elecciones, lograr un final a toda esta maraña de acontecimientos. O tal vez, algo suceda pronto y podamos creer que en este país, la justicia es algo más que un instrumento de los poderosos y nos haga olvidar que nunca fue ni será independiente.
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